jueves, 14 de octubre de 2010

Como cuando la lluvia, sin más, hace un repentino ademán de protagonismo y empieza a mojarte el pelo, a desgastarte el color rosa de las botas... Son recuerdos que caen, sin disimulo. Desgana. Rencor por los minutos que robaron y aún guardamos en el desvanecimiento del recuerdo. Necesito tus brazos de alquiler permanente que afrontan nuevos problemas, que besan mi espalda, sí, esa que es capaz de dibujar un laberinto ella misma. Afrontar una noche sin el deseo permanente de tu olor, una taza de chocolate sin imaginarte aquí, conmigo, secando cada lágrima haciendo florecer de ella una libélula que brota de la nada. Eres el mismo granito de arena que ayer quise hacer desaparecer, la misma lluvia que ayer ignoré bajo una nube de paraguas invisibles. Hoy, ya ves, estoy mojada. Cambias el rumbo de las cosas. Eres impredecible.