Hoy, cuando cogí (para variar) la guagua titsa para volver a casa, caí en la cuenta de una obviedad que, en el fondo ya conocía. Añadí una nueva rareza a la serpenteante lista amarilla: me gustan los trayectos en guagua. Sí. Mi música y yo. Recreaciones de los momentos que acabo de vivir, liberación descontrolada de la imaginación, por qué no... Motivaciones, risas, lágrimas... Pienso en frases que quise decir, las que diré, momentos mágicos atrapados por la luz de las estrellas que quién sabe si ocurrirán. Me gusta colgarme de La Luna y atraer lo imposible, añorar el tacto de una mano paterna, evitar el sentimiento de cariño que las cinco letras de su nombre atacan cada vez que me besa... El caso es que, cuando me siento en esa áspera silla verde de autobús, consigo desconectar un poco del resto y me siento tan libre como encerrada...
jueves, 5 de agosto de 2010
Hoy, cuando cogí (para variar) la guagua titsa para volver a casa, caí en la cuenta de una obviedad que, en el fondo ya conocía. Añadí una nueva rareza a la serpenteante lista amarilla: me gustan los trayectos en guagua. Sí. Mi música y yo. Recreaciones de los momentos que acabo de vivir, liberación descontrolada de la imaginación, por qué no... Motivaciones, risas, lágrimas... Pienso en frases que quise decir, las que diré, momentos mágicos atrapados por la luz de las estrellas que quién sabe si ocurrirán. Me gusta colgarme de La Luna y atraer lo imposible, añorar el tacto de una mano paterna, evitar el sentimiento de cariño que las cinco letras de su nombre atacan cada vez que me besa... El caso es que, cuando me siento en esa áspera silla verde de autobús, consigo desconectar un poco del resto y me siento tan libre como encerrada...